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La Sala de Embajadores era la Sala del Trono. De aquí que sea la estancia más ricamente decorada y con mayor contenido simbólico del Palacio Real de la Alhambra.
Esta estancia recibe además el nombre de Sala de Comares.
Entrada a la Sala de Embajadores
Accedemos a la Sala de Embajadores desde la Sala de la Barca pasando por el doble arco que atraviesa el muro de la Torre de Comares.
Sobre el arco de entrada hay tres ventanas de celosía. Son ventanas ciegas ya que los arcos por donde entraba la luz se cubrieron al construir la bóveda de la Sala de la Barca.
Tras un pasadizo abovedado con accesos laterales a otras estancias, llegamos al segundo arco. Este está festoneado con bovedillas e impostas de mocárabes donde podemos apreciar restos de la policromía original en oro y azul.
Las jambas de este arco están adornadas por sendos nichos (tacas) policromados y revestidos en su interior con cerámica geométrica. Estos nichos, muy comunes en las entradas de las diversas estancias, se utilizaban para colocar aguamaniles con agua fresca y flores.
Estas tacas, del siglo XIV, son las únicas que conservan los atauriques policromados que nos desvelan el colorido que caracterizaría al conjunto del salón.
El interior de la Sala de Embajadores
La vista exterior de la Torre de Comares nos invita a pensar que se trata de un austero baluarte defensivo de gran resistencia.
Una vez en su interior, descubrimos una estancia en la que el refinamiento y el esplendor inundan todos sus rincones. La estructura interior no es lo que parecía: los arcos que se abren a las estancias que rodean la sala y las ventanas que iluminan la sala, la transforman en una delicada joya de la arquitectura y de las artes decorativas.
Esta estancia es de planta cuadrada, de 11,30 metros de lado y 18,20 metros de altura.
Los ventanales de la Sala de Embajadores
El interior de la Sala de Comares estaba iluminado por nueve balcones abiertos, de tres en tres, al Norte, al Este y al Oeste.
Estos balcones estaban cerrados con vidrieras de colores (comarias) que fueron destruidas por la explosión del polvorín de 1590.
Su diseño seguía las formas y figuras geométricas del zócalo alicatado, donde los trazos finos que circundan las teselas se transformaban en filetes de plomo que sustentaban los cristales de diferentes colores (amarillo, magenta y azul).
En un segundo nivel, cada lado de la sala tiene cinco ventanas. De estas, las del muro Sur, sobre el arco de entrada, se tapiaron en el siglo XVII para dar mayor estabilidad al muro.
Interior de la Sala de Embajadores
Originalmente, el pavimento de la sala era de mármol. En el centro de la sala hay una «alfombra» de cerámica con el escudo nazarí.
El nivel inferior de las paredes está adornado con un zócalo de cerámica vidriada en el que apenas se utiliza el color rojo.
Por encima del zócalo encontramos adornos en estuco, originalmente policromado, con atauriques delimitados por gran cantidad de escritos procedentes de poemas y suras del Corán.
Sobre el estuco, un friso de madera, en la parte alta del muro
Los camarines circundantes mantienen la misma estructura. Los zócalos de estas estancias siguen un mismo motivo ornamental, a excepción del camarín central de la fachada Norte, lugar en el que se situaba el trono.
El diseño de la sala se asemejaría a una jaima, bajo la cúpula celeste.
El techo de la Sala de Embajadores, realizado en madera de cedro, tiene estructura de bóveda esquifada. En esta obra maestra de la carpintería islámica hay ocho mil piezas coloreadas de madera de cedro.
En la bóveda se hace la representación de los siete cielos del paraíso islámico (Yanna), coronados por el octavo cielo, lugar donde se encuentra el trono de Alá. Todo ello estaría sustentado por los cuatro árboles de la vida que recorren las aristas entrantes de la bóveda.
En el primer cielo se concentran la Luna y seis planetas del sistema solar. El octavo cielo está representado en el cubo de mocárabes en el centro de la bóveda
Esta bóveda no es estructural sino meramente decorativa. Por encima de ella, en la actualidad hay una terraza aislante de cerámica roja.
Según la tradición, en esta sala se decidió: la rendición de Granada, la expedición de Colón a las Indias occidentales y la expulsión de los judíos.
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